22 de agosto de 2015

NUEVAMENTE

TOMADO DE LA SEGUNDA PARTE DEL LIBRO “MIS RECUERDOS”, ESCRITO POR EL PROFR. RAFAEL MARTINEZ MORALES DE IXHUACÁN DE LOS REYES. SE REPRODUCEN A CONTINUACIÓN LAS PÁG. 31 Y 32. 

Sí, nuevamente la madera vuelve a ser un tema para hablar de ella.

Hace muchos años, cuando yo era chiquillo,en las orillas de mi pueblo había pocas casas de mampostería; la mayoría eran casas de madera con techos de tejamanil; abrigadoras en invierno y frescas en verano; también las había muy humildes, con rejillas por las que se colaba el frío del invierno; humildes por la dejadez, por falta de recursos económicos, o tal vez por la costumbre de vivir en pleno contacto con la naturaleza.

Qué grata sensación encontraste en el interior de las “casas de cajón” cuando el frío o la lluvia son intensos; casas que armadas con tablones largos y gruesos, entrelazados en sus extremos, daban abrigo y seguridad a sus moradores, y que lamentablemente los jóvenes y niños de hoy no conocieron porque no se tuvo cuidado de conservarlas.

Existen en Ixhuacán casa antiguas que aún conservan en buen estado su madera original en vigas, tablas y puertas; madera muy durable porque se obtuvo de árboles viejos.

Sepan los niños y jóvenes de hoy, que los pisos de la parroquia y de la planta alta del palacio municipal también fueron de madera.

En el templo, han tenido pisos de mosaico únicamente el ábside; y la capilla lateral a la que llamamos “El sagrario”.

El piso de madera del templo, en partes deteriorado, fue substituido por el mosaico allá por los años de 1955 y 1956 por iniciativa del párroco Nicolás M. Núñez. El piso original de madera, estaba formado por vigas sobre las que se colocaron duelas, aproximadamente de 70 centímetros de largo por veinte centímetros de ancho; las duelas fueron colocadas en zigzag, y como llevan una sencilla moldura, el piso no sólo se veía atractivo, sino también elegante.

El piso por ser de madera y la acústica del lugar, aumentaban el volumen del ruido de los zapatos de quienes asistían al templo con calzado nuevo, sobre todo en los momentos de mayor silencio. Para muchos de nosotros era divertido escuchar, con la cadencia de los pasos, el fuerte rechinar de los botines.

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